A sus 26 años, Abigail Mamani Mamani ya cuenta con una trayectoria notable como promotora del retorno a las raíces, el trabajo comunitario y el respeto por la tierra. Desde la ciudad de El Alto, en Bolivia, y en constante diálogo con la comunidad rural de Ancoraimes, Macamaca, de donde son originarios sus padres, Abigail lidera un proyecto de vida que entrelaza espiritualidad, agricultura tradicional y nuevas formas de pensar el desarrollo.
Por esa labor comprometida, Abby -como la llaman todos- es reconocida como Líder de la Ruralidad de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). La joven boliviana recibirá el premio «Alma de la Ruralidad«, que es parte de un proyecto del IICA para dar visibilidad a mujeres y hombres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo, figuras clave del continente para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad.

Abby nació en El Alto pero creció entre dos mundos: el urbano, con sus estudios y responsabilidades, y el rural, al que volvía en cada oportunidad posible para cosechar papas, pastorear llamas y mantener vivas las costumbres heredadas. Esa convivencia entre dos realidades marcó su identidad y su visión del futuro.
Hija de productores de papa, Abigail demostró desde temprana edad una destacada capacidad de liderazgo. Durante su etapa escolar secundaria, ejerció como presidenta de su curso durante siete años consecutivos y fundó un frente estudiantil para el centro de estudiantes de su colegio. En la Central Obrera Regional de El Alto (COR-El Alto), desempeñó el cargo de primera secretaria de Educación y Cultura durante más de siete años, destacándose en la promoción del Decenio de la Agricultura Familiar en Bolivia en 2019.
Además, fue una figura activa en la dirigencia de su zona durante seis años, trabajando estrechamente con la comunidad para impulsar proyectos como la construcción de carpas solares. «Por más que viva en la ciudad y use pantalones, mis raíces aymaras están en mí», afirma. «Hay algo que se transmite, que va más allá de lo visible: es el vínculo con la tierra, con la Pachamama, con los saberes de nuestros ancestros».

La conexión con el campo y la tierra no es solamente práctica: es también espiritual y cultural. «Tengo un origen aymara -destaca-, y aunque viva en la ciudad, mis raíces están intactas: agradecer a la tierra, pedir permiso antes de sembrar, entender que los alimentos también tienen energía, es parte de nuestra cosmovisión, de nuestro modo de estar en el mundo».
Abby, joven boliviana premiada por el IICA, reflexiona sobre la espiritualidad indígena y la conexión con la tierra: ‘Nuestra relación con la Pachamama no es solo una costumbre, es un sistema completo de conocimiento que nos conecta con todo lo que vive’.
Abby cuenta que, en la universidad, cursó un taller de filosofía que profundizó su mirada sobre la tierra, la modernidad y la espiritualidad indígena, allí entendió que «nuestra relación con la Pachamama no es solo una costumbre: es un sistema completo de conocimiento que nos conecta con todo lo que vive».
(Con información del IICA: texto y fotos)