Los alimentos se cultivan, cosechan, elaboran, envasan, transportan, distribuyen, comercializan, adquieren, preparan y después… se desechan.
Cada año el 14 % de los alimentos se pierde desde que se cosecha hasta que llega a las tiendas. Además, minoristas y consumidores acaban desperdiciando otro 17 %. La pérdida y el desperdicio de alimentos contribuyen en gran medida a la crisis climática, ya que  suponen hasta un 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Aunque el mundo produce suficientes alimentos para abastecer a su población, casi 830 millones de personas siguen pasando hambre cada dÃa. Esta falta de correspondencia entre la oferta y la demanda tiene múltiples causas, que son sÃntomas de las grandes ineficiencias de nuestras cadenas de suministro agroalimentario, un término que abarca, entre otras cuestiones, todo el recorrido de los alimentos desde la explotación agrÃcola hasta la mesa.
La FAO impulsa varios proyectos para reducir la pérdida de alimentos y aumentar la eficiencia de los sistemas agroalimentarios. Algunos de los proyectos que muestran resultados prometedores están relacionados con la producción de frutas y hortalizas en Asia meridional, donde uno de los cultivos más importantes es el de mango.
Los mangos frescos se deterioran con rapidez debido a su humedad y delicadeza. Si no se recolectan y manipulan correctamente  en toda la cadena de distribución generan pérdidas. Una manipulación indebida y las infestaciones acortan su vida útil, lo que, a su vez, limita su venta.
Los agricultores locales a menudo tienen escasos conocimientos sobre la forma de manipular las frutas y hortalizas después de la cosecha y no disponen de los recursos para abordar problemas de calidad en la cadena de suministro provocando pérdidas  hasta en un 50%.
Las enfermedades e infestaciones por plagas, técnicas de recolección inadecuadas, manipulación descuidada y las condiciones de envasado y transporte se suman a las pérdidas. Usar cajas de plástico para el envasado a granel redujo al mÃnimo las pérdidas durante el transporte y, en el caso de los mangos tratados con agua caliente para controlar las enfermedades poscosecha, la vida útil en tiendas y los mercados aumentó significativamente.
La mejora de las varas recolectoras o el uso de tijeras y guantes para cortar el tallo de la fruta en lugar de arrancarla con las manos, reducen las lesiones mecánicas a la fruta y, además, el corte de los tallos ayudó a que las frutas no se mancharan de látex al envasarlas en cajas.
Las mejoras en las prácticas de manipulación después de la cosecha, además del tratamiento con agua caliente, se obtuvieron mangos de mejor calidad y con una mayor duración en el comercio al por menor, lo que dio lugar a una reducción de entre el 70 % y el 80 % del número de mangos desperdiciados debido a la descomposición durante un perÃodo de cinco dÃas.
(Con información de FAO)